Arturo sale de trabajar dentro de cinco minutos y mira el reloj pensando que lleva un día bastante estresado. Trabaja como inspector de hacienda no por vocación, pero eso no significa que no sea buen trabajador. Lleva veinte años trabajando en hacienda y nunca tuvo el mayor problema. A él lo que realmente le apasiona es escribir. Tiene publicado dos libros y muchos otros guardados en cajas con menor fortuna. Es un apasionado de la Literatura Medieval, Oriental y Clásica. La Antigua Grecia, Historia y Política también son temas que le apasiona. Es un hombre de mediana edad, alto y atractivo. Su constitución atlética es fruto de todo el deporte que hizo de joven y sus largas caminatas diarias por la montaña, ya que vive en Manzanares el Real y la tiene al lado. Es divorciado y tiene una hija que acaba de cumplir dieciocho años.
Su hija se llama Laura y vive con su madre en el centro de Madrid, pasando fines de semana alternos con su padre. Esta estudiando primero de Derecho y es una buena estudiante. Ahora mismo no está pasando un buen momento sentimental porque su novio Luis ha cortado con ella y se ha liado con otra chica. Laura es una joven muy guapa, alta como su padre, morena de ojos negros como su madre. De echo su tía la llevó una vez a una Academia de Modelos con diecisiete años e hizo sus pinitos en el mundo de la moda, pero lo dejo porque ese mundo no le gustaba y prefería centrarse en sus estudios.
Arturo llego a casa a las tres de la tarde, se calentó la comida que tenia preparada desde el día anterior y se sentó a comer en la cocina mientras leía la prensa bebiendo una copa de vino. Después de comer, se fue al salón, cogió un libro de la biblioteca y se tumbó a leer en el sofá. Vive sólo y es hombre de rutinas. Después, sobre las seis de la tarde, sale a pasear por la montaña durante una hora, vuelve a su casa, que es un chalet independiente a las afueras del pueblo, se pega una ducha y se pone a escribir un rato delante de su ordenador que tiene en su despacho.
Pero hoy es viernes y a las seis de la tarde llega su hija de la universidad. Así que hoy después de comer y leer un rato se mete en el despacho a escribir. Esta enfrascado en una novela que requiere mucha documentación respecto al mundo Árabe y se le fue la noción del tiempo. Escuchó la puerta de la calle cerrar y oyó a Laura llamarlo.
¡Papá ya he llegado! —grita Laura con signos de cansancio mientras va subiendo las escaleras dirigiéndose al despacho de su padre.
—¡Hola cariño! ¿como estás hija?. Tienes cara de cansada ¿quieres que te prepare un café?—.
—No papá, gracias. Ahora mismo no me apetece nada. ¿Qué estás haciendo?—
—Ahora mismo estoy liado con una novela y me estoy documentando. Cuéntame ¿cómo ha ido tu semana?—.
—Pues veras, ha sido bastante dura. Luis me ha dejado y estoy un poco hecha polvo. Además estoy de exámenes y como entenderás me cuesta centrarme en los estudios—.
—¡Vaya por Dios!. Lo siento cariño. Te entiendo, es lógico que estés fastidiada, pero no te preocupes eres muy joven y verás como el amor llamará a tu puerta muy pronto—.
—Ya, eso mismo dice mamá. Pero ha sido un mazazo para mí. ¿Qué os pasa a los hombres que cambiáis de chica lo mismo que de chaqueta?—.
—¡Bueno hija! tampoco es así. Para empezar Luis no es un hombre todavía, es un chaval de dieciocho años que todavía no tiene claro que quiere hacer con su vida ni con quien compartirla. A vuestra edad es muy normal confundir el amor con el deseo—.
—Lo que tu digas papá, pero a mi me ha jodido la vida. Yo le sigo queriendo y no quiero estar ni conocer a otro chico. Además para ti es muy fácil decirlo, como no tienes pareja no estas enamorado de ninguna mujer—.
—Te vuelves a equivocar otra vez cariño. Yo estoy enamorado de ti, de este pueblo y su montaña, de los libros que leo y que escribo. Y lo más importante, me quiero y me acepto tal y como soy. Porque sino te quieres a ti mismo no estas preparado para querer a otra persona—.
—Ya papá, pero no quiero que estés sólo. La soledad es muy mala—.
—Hija, la soledad es mala si te sientes sólo. No es lo mismo ser que estar, aunque en otros idiomas se escriba igual. Yo no me siento sólo. Tengo cincuenta y cinco años y a mi edad hay cosas que valoro más ahora, y cosas que valoro menos. El que no tenga pareja formal no significa que no tenga mis aventuras. También tengo mis amigos con los que comparto aficiones. Veras cariño, en esta sociedad que nos a tocado vivir, tenemos unos patrones impuestos por ella misma que no van conmigo. Y si te digo el mundo de las redes sociales entonces ni te cuento. Nos enseñan que tenemos que tenemos que buscarnos parejas, casarnos y tener hijos para formar una familia. Hoy en día se va perdiendo poco a poco y cada vez se va mirando con mejores ojos los "singles".
¿Se puede ser feliz sin pareja?. Por supuesto, yo mismo soy un ejemplo. La felicidad es el Santo Grial hoy en día. Se escribe mucho acerca de esta palabra y todo el mundo la busca a su manera. Por ejemplo, cuando miras los perfiles de Facebook, veras que muchas personas intentan mostrar su mejor cara, es un escaparate al mundo donde intentan demostrar a los demás cuan felices son ellos. Y yo me pregunto ¿todos son realmente felices a todas horas?. No lo creo. Todos tenemos problemas, mas grandes o mas pequeños pero todos los tenemos. Y es lo mas normal del mundo. No se puede buscar la felicidad eterna porque no existe. Nadie es feliz las veinticuatro horas, todos los días del año. La felicidad se toma en pequeñas dosis y la podemos encontrar en cualquier momento y en cualquier situación—.
Papá, sabes que nunca te he preguntado por qué os divorciasteis mamá y tú. Ella me dio su versión, ¿me darás la tuya algún día? —le pregunta Laura mientras disimula mirando unos papeles—.
—¡Pues claro que sí cariño!. Ahora mismo te doy mi versión. Verás, tú madre y yo nos casamos porque nos queríamos mucho. Viniste al mundo porque así lo decidimos los dos, pero la convivencia y el paso de los años muchas veces van separando cada vez mas a las parejas—.
Entonces papá, según tú, ¿de quien fue la culpa? —dice ella mientras se pone de pie—.
De ninguno y de los dos a la vez. Cuando una pareja se separa no hay vencedores ni vencidos, los dos pierden. Y la "culpa" como tú dices, no fue de ninguno. No hubo terceras personas en ninguno de los dos casos, sí es lo que quieres saber. Es muy difícil la convivencia en las parejas, todos tenemos nuestros miedos nuestras manías y demonios. Convivir con eso sólo es complicado pero si además lo multiplicamos por dos lo es mucho más.
En la vida tenemos tres parcelas. Una es la publica, que es abierta a todo tu entorno. Otra es la de la pareja, que es privada, solo para ti y ella o él. Y la tercera es la tuya, solamente tuya. Somos individuos y como tal necesitamos un mínimo de tiempo para nosotros mismos. Para conocernos mejor como persona, para reinventarnos y crecer como individuo.
Aveces pasamos por un bache en la vida, que nos bloquea y nos impide encontrar la salida a la solución. Intentamos apoyarnos en el otro para buscar consuelo o simplemente evadirnos de dicho problema. Es lógico que tu pareja se preocupe por ti y te quiera ayudar en todo lo posible, pero muchas veces no es tan fácil porque hay veces que nuestros problemas no dependen de los demás. Nuestro problema esta dentro de nuestra cabeza y la única persona que tiene la solución somos nosotros mismos.
Una vez le oí decir a Jesús Calleja una frase que me encantó y dice así: "Si no te gusta tú vida, cámbiala" y desde luego no puedo estar más de acuerdo con él. Si no eres capaz de encontrar tu propio camino, si no eres capaz de encontrar un equilibrio contigo mismo, en definitiva, si no eres capaz de ser feliz por ti mismo es imposible serlo con tu pareja. Nuestros miedos nos impiden ser felices —terminó diciendo Arturo mientras encendía un cigarrillo—.
Y digo yo ¿para qué están los psicólogos, sino para ayudarnos en esos momentos? —dijo Laura mientras le cogía un cigarrillo a su padre—.
—Claro que sí. Los psicólogos están para ayudarnos. Nos dan pautas, nos orientan y nos dan todas las herramientas que tienen a su alcance para que nosotros las usemos. Pero esas herramientas las tenemos que usar nosotros mismos. Ningún psicólogo nos va a decir que tenemos que hacer para encontrar nuestra propia felicidad, que tenemos que cambiar de nosotros mismos. Nos pueden dar pistas y darnos algunas sugerencias. Pero quien tiene que hacer el trabajo y buscar las soluciones eres tu mismo—.
Continuará...