miércoles, 1 de marzo de 2023

AMORES TRUNCADOS (CONTIUACION)

 La aparté de mi lado suavemente, me subí y abroché los pantalones como pude, le di un beso en los labios y con lágrimas en los ojos le dije que tenía que marcharme. ¡Por Dios cuanto me costó irme!.

Al día siguiente me casé con la que era mi novia y cinco años después de ver que la relación no funcionaba por motivos lógicos, decidí terminar con la relación. 

Cuando las heridas cicatrizaron no lo dude ni un momento, fui en busca de la que fue mi amor platónico pero no la encontré. Mi amigo que nos presentó le perdió la pista y no tenía su teléfono. Además, en aquella época no había móviles. Treinta años después sigo sin saber nada de ella. Sólo sé que fue otro angel que el destino me puso en mi camino y lo guardo en mi corazón como un sueño maravilloso.

La primera de todas fue con dieciséis años. Unas semanas antes de fin de año, mis amigos que en aquellos años eran muchísimos, me convencieron en organizar una fiesta de fin de año. Alquilamos un bar de verano que estaba cerrado en el barrio de María Auxiliadora de Sevilla. Lo adecentamos lo que pudimos, pusimos dinero entre todos y compramos bebidas. Montamos guirnaldas de luces de colores entre los naranjos que estaban en el patio y lo usamos como pista de baile, algunos altavoces y un tocadiscos serían los encargados de animar la fiesta. 

Cada uno se encargaba de invitar a chicas a la fiesta cobrándoles una entrada, lógicamente. La mañana de fin de año lo teníamos todo organizado. Con el dinero que obtuvimos por la venta de entradas lo gastamos en más bebidas. Mi amigo Carlos se encargaría de poner la música, básicamente porque él era el propietario del equipo y yo de servir las bebidas en la barra. 

¡Llegó el momento! ¡Feliz Año 1989!. Brindis con la familia, el portero electrónico empezó a sonar unos minutos después. Con los nervios me vuelco medio bote de colonia Drakkar Noir, que para mí era mi más valioso tesoro. Ya estoy en la calle con algunos de mis amigos, los cuales me preguntan si me había echado colonia, ¡irónicos que eran los muchachos!. Me empiecen a contar que iban un montón de chicas de una discoteca, por llamarla de alguna manera, a la que íbamos los fines de semana. Yo sólo conocía a las novias de algunos y poco más. La puerta del bar estaba repleta de chicas y chicos de unos dieciséis y diecisiete años. Me coloco en la barra dispuesto a servir copas y durante media hora no doy a basto. Tiene que entrar en la barra un par de amigos porque estas criaturas vienen con mucha sed. 

Pasado un rato la cosa se tranquiliza y era el momento de servirme mi primera copa. Miraba desde detrás de la barra como bailaban y lo bonito que había quedado esos naranjos con las luces, pero sin saber por qué noto que me están observando. Miro tímidamente a un grupo de chicas que bebían y me doy cuenta que una de ellas es la que no me quita ojo. Me quedo mirándola, sonríe, yo también, le dice algo a las demás y empieza a caminar hacia la barra. ¡Tierra trágame!. Era una preciosidad. Metro setenta y cinco, pelo castaño liso y largo hasta la cintura, ojos grandes y rajados. Labios carnosos, chaqueta y minifalda de cuero negro que se le ceñían a la cintura y caderas. Se acerca a mi con sonrisa picarona. ¡A mi me va a dar algo! Le digo a Carlos que lo tengo al lado y la está mirando con la misma cara de gilipollas que yo. 

¿Qué te bebo? digo ¿qué te pongo? —le pregunto mientras mis piernas tiemblan tras la barra. 

—No quiero nada gracias. Lo que quiero es bailar contigo—.

Miro a Carlos, él me mira a mí, sonrio, salgo de la barra y Carlos mientras tanto pone una canción lenta. Sign Your Name de Terence Trend d’Arby. 

Bailamos, la agarro de la cintura, ella cruza sus muñecas detrás de mi cuello, sonreímos, ella tira sutilmente de sus manos acercándome cada vez más, sus pechos grandes y duros se chocan con el mío, mis manos la agarra por la espalda y nuestros cuerpos se abrazan completamente. Nos besamos suavemente, ella introduce su lengua dentro de mi boca acariciando mi lengua, después muerde mis labios, le acaricio la cabeza mientras meto mis dedos despacio entre su pelo. Bailamos dando vueltas muy despacio, la canción parece no tener fin y me prometo no olvidar nunca en mi vida esa maravillosa melodía. A día de hoy cada vez que la escucho me acuerdo de esa maravillosa criatura y de uno de los momentos más bonitos que he vivido. 

Continuará…



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