martes, 15 de febrero de 2011

CAPÍTULO...AHORA ME PASO AL ROMANO... X

Hola, Rocío:
El mejor martes de mi vida. No te puedes hacer una idea de cómo fue ese maravilloso día. Quedamos para tomar café en la misma cafetería. Todo empezó de una forma muy natural. Parecíamos dos viejos amigos que por casualidad se reencuentran de nuevo, y en un ambiente de camaradería empiezan a hablar de viejas batallas sucedidas años atrás.
 
Ella me habló de su juventud, yo de mi infancia. Recordar viejas historias de mi pasado llenaron de alegría mi alma. Así es, Rocío, mi alma que hasta el día de hoy era un señor de gabardina gris, con rostro pálido y cansado, cambió repentinamente su atuendo por otro más alegre, desenfadado y con un toque de bohemio.
 
¡Oh, Rocío! qué martes más maravilloso. Oír de sus labios tantas y tantas historias alegres y cargadas de aventura, me iluminaba el espíritu.
Después de tomar café, cogí las riendas de la situación, llevando la conversación por un rumbo muy bien marcado, lleno de alegrías vividas.
Hablé de mi primer trabajo, de una copistería que ya no existe y de la plaza donde estaba ubicada.
Una plaza grande y alegre, rodeada de viejos árboles que cobijaban a los jóvenes que allí nos reuníamos para charlar al salir de trabajar, en esas tardes lluviosas de primavera y dando cobijo también del sol en las tardes de verano. Todos los allí presentes éramos jóvenes trabajadores de los locales que se encontraban en dicha plaza.
 
Plaza de "San Pedro", conocida así por todos los sevillanos, y testigo de mis primeras cervezas  y cigarrillos.
¡Cuánta luz, cuánta alegría! aromatizado con jazmín y azahar en las tardes de primavera, planeando de antemano dónde ir el fin de semana siguiente.
 
Mi primera fiesta de fin de año, organizada con la ayuda de mis amigos de infancia. Mi experiencia como camarero en una discoteca durante un periodo no demasiado extenso. Vivencias con antiguos compañeros de instituto trabajando en un hotel de la costa de Huelva. Compartir habitación de personal en dicho hotel con un buen amigo mío, donde preparábamos fiestas un día sí y otro no. Que más que una habitación de personal de un hotel, parecía el camarote de los hermanos Marx, porque en ella nos reuníamos once camareros, once camareras, el maitre, segundo maitre, sumiller y todas las botellas de alcohol que podíamos pedir prestadas a los compañeros de cafetería.
 
Mi primera experiencia con la psicología, cuando trabajaba en un viejo pub de la ciudad acompañado de la diosa Selene.
En este pub trabajaba de camarero también, con dieciocho años de edad, sirviendo cervezas de importación en una cuadrilla de camareros de la ciudad, mayores, calaveras, maestros  del buen beber y conocedores de todo lo prohibido. A los que yo llamaba el clan de los piratas, que al principio no me miraban con buenos ojos, pero al poco tiempo me pude ganar la confianza  de ellos.
 
¡Qué recuerdos! Cuánto me enseñaron de lo bueno y de lo no tan bueno.
Con qué maestría pude aprender la manera y forma de darle largas a clientas cuarentonas, deseosas de ligar con chicos de dieciocho años, como los que yo tenía entonces, alcohólicas y cocainómanas, dispuestas a compartir todos los excesos de sus vidas cotidianas con un chaval como yo a las dos de la mañana.
Largas charlas con un cliente asiduo del local, que además de ser profesor en la universidad de Sevilla, había vivido durante diez años en la India y era un gran conocedor de todo tipo de mitologías y leyendas. 
Después de cuatro gin tonic cada uno y cuatro horas de charla entre Cristina y yo, decidió ella y no yo, que nos fuéramos cada uno a su casa a dormir. 
Como te dije al principio de la carta, Rocío, este martes fue una gran tarde para mí, de la que estoy seguro que no olvidaré jamás.





                Un saludo,

                                                     Javier




   P.D.: Rocío, esto tiene buena pinta.

martes, 8 de febrero de 2011

NOVENO CAPITULO : UNA TARDE MARAVILLOSA


                                       ¡Hola Rocío!


No te puedes hacer una idea de lo bien que me lo pasé el domingo con Cristina. Ese es el nombre de la panadera, Cristina. Si el nombre me gusta, no te imaginas cuanto me gusta su propietaria. 
Fue una tarde maravillosa, aunque el tiempo no acompañaba mucho pero la velada no pudo ser mejor. Llegué a la cafetería de mis amigos donde había quedado con ella y me senté en la mesa que siempre elijo cada vez que voy. Allí estaba yo, sentado cómodamente y con unos nervios que no me dejaban estar quieto.

Pedí un café cortado, acompañado de un licor de guindas como siempre tomo. Licor que además de ser el que más me gusta, es un recuerdo constante a mi paladar. Me recuerda a Cazalla de la Sierra, pueblo  donde nació uno de mis abuelos y lugar elegido para escapadas los fines de semana que podía con mis amigos de Sevilla. Pero de Cazalla ya te hablaré en otra carta, ahora voy a centrarme en mi cita con Cristina.

A los diez minutos de de llegar a la cafetería, llegó ella con aspecto alegre y tímido a la vez. Empezar la conversación fue un poco complicado al principio, pero transcurridos unos minutos todo fue muy fluido.
Hablamos de muchisimas cosas, más de las que yo podía imaginar antes de entrar en el establecimiento.
Ella me hablo de su vida, de su pasado, proyectos a corto y largo plazo. Me contó como era su rutina diaria, sus hobbies y viajes.
Hablé de los mismos temas que ella, pero yo buscaba un poco más en lo más profundo de su apacible mirada. Descubrí mucho dolor, alegrías, una voluntad de hierro, constancia, organización en el ámbito profesional, y una cosa que me sorprendió gratamente. 
Es una mujer muy inteligente y culta, cosa con la que no contaba debido a su profesión, pero que ella me explicó rápidamente. 


Estudió la carrera de Filología hispánica, trabajó durante muchos años en una editorial pero un día decidió coger las riendas de su vida. Dejó atrás una vida cómoda para hacer realidad todas las ilusiones que guardaba en su corazón. Empezó a trabajar en lo que le apetecía, viajó a lugares que siempre había soñado ir. Rompió con los convencionalismos, vivió una vida modesta pero muy rica en experiencias. Forjó un presente pleno de sabiduría, madurez y grandes momentos.

Yo la oía hablar entusiasmado. Tenía la sensación de estar sentado junto a una mujer segura de si misma, equilibrada, sensata pero a la vez con un toque de aventurera e impulsiva. Yo estaba en lo cierto cuando pensé que ella era "esa mujer", la que tantos años he estado esperando. Algo más que un físico. Eso es lo que yo deseaba encontrar. Una mujer inteligente y culta, una mujer capaz de llevarse horas y horas hablando conmigo, una mujer dispuesta a afrontar los pesares de la vida junto a un hombre merecedor de su compañía, dulce y con un toque de inocencia que a mi se me antoja encantadora. Una sensibilidad muy agudizada, con principios, natural, espontánea, con una voz cautivadora.


En definitiva, la mujer con la que me gustaría compartir el resto de mi vida. Hablamos y hablamos, reímos hasta decir basta, mis reflexiones y las suyas eran hermanas gemelas. Como disfrute Rocío, no te puedes hacer una idea. Ella me miraba fijamente mientras hablábamos, y una sonrisa se iba dibujando en sus labios. Había complicidad, química, feeling como dicen ahora. Había una montaña gigantesca de todo esto y más.
Mi mirada se multiplicaba por cientos y no solo miraba sus ojos, también su escote, sus piernas, sus manos.
El deseo se apoderaba de mi cuerpo, el corazón palpitaba más y más. La primera copa se convirtió en la segunda, la tercera.... mi lengua se hacía más rápida, mis pensamientos más lascivos. ¿ Cómo podía desear de esa manera a una mujer que acababa de conocer?.

Hasta que ella se dio cuenta de que ya no la miraba con los mismos ojos de aceptación y admiración, sino que ahora lo hacía con ojos de deseo y lujuria. Y con un _ bueno, si te parece bien podíamos dejarlo por hoy, además estoy algo cansada. ¿Te parece bien que quedemos pasado mañana?, me dijo con una voz sensual y dulce, o por lo menos así me lo pareció. ¡Claro que si! contesté yo. Y así fue como termino mi primera cita con esta maravillosa mujer.



                                                        Un Saludo




                                                                             Javier




P.D. : No te puedes hacer una idea de las ganas que tengo  que llegue el MARTES.



viernes, 4 de febrero de 2011